sábado, 7 de noviembre de 2009

OMARA Y CHUCHO !GRACIAS!





En Cuba y en el mundo entero, Omara Portuondo y Chucho Valdés no necesitan presentación y aunque los premios son importantes, estos dos mulatos criollísimos, se han abierto paso por su inmenso talento musical, su caudal expresivo y fidelidad a la cultura y la identidad de la tierra donde nacieron. No les ha hecho falta nada más, ni afeites mentirosos , ni shows mediáticos, ni escándalos faranduleros. Ellos son lo que son, por sus atributos profesionales y humanos.
Omara es una diva, algo indiscutible. Una mujer cuya voz excepcional se enriquece por ese sentimiento que pone en cada interpretación, por ese corazón que se desborda, cante un bolero, feeling o guaracha. . Omara es como un cóctel cubano, con la mezcla perfecta y una explosividad contagiosa ;y creánlo,todo eso se le lee hasta en el movimiento de sus ojos y manos y en el mismísimo caminar.
He tenido el privilegio de haberla escuchado en diferentes escenarios; y si bien el Buenavista Social Club ha sido el trampolín que globalizó su historia musical, para mí en lo personal , una noche loca en Las Cañitas del Habana Libre, en que cantó con Elena Burke y Moraima Secada, su inolvidable Amigas, o aquella otra en la escalinata de la Universidad y no recuerdo tampoco el año, en que el estudiantado deliró por ella -¿Qué cantaste, caramba?-, son más perecederos que cualquier otro momento. Claro, es mi visión personal.
Chucho es uno de los íconos de una familia de músicos respetables, los Valdés. En su raíz está el folklore cubano, la rumba, el jolgorio del solar, pero él ha tenido el virtuosismo de elevarlo a la universalidad, sin perder un ápice de lo que es, un mulato cubano, pero pausado; que mira más hacia adentro de su mundo, pero como buen criollo acogedor y simpático. La fama no lo ha cambiado y es un esforzado por darle su lugar merecido al Jazz en nuestro país, donde por cierto tiene adeptos y conocedores.
Asistir a una de sus presentaciones, sea en Londres o en el Festival de Jazz Plaza en La Habana, en un club, o un espectáculo multitudinario, es un privilegio impagable; como instalarse en una nube, con un mojito en las manos y el humo de un puro para matizar las melodías que cautivan. No es sólo jazz, es todo lo que toca, es la maestría sin igual.
Y cómo lo disfruto. También mi madre que no ha perdido oído musical a sus 86 años, siente al escucharle esa fuerza espiritual que la lleva y la trae en las increíbles notas de su piano, quién sabe a cuáles recuerdos y hechos.. Chucho es un virtuoso.
Se prestigia el Grammy Latino, con premiar a estos dos colosos de Cuba. Ojalá sea este el comienzo de una época más fructífera, en que insidias maliciosas aparte, han impedido destacar la valía de otros músicos del patio y se dejen atrás bochornosos sucesos alrededor del tema cubano, que injustamente han privado a muchos otros de nuestros compositores e intérpretes de ese reconocimiento.
Se hace honor, por suerte, a la valía de Omara Portuondo quien con su disco Gracias, ganó en la categoría de Mejor Albúm Tropical Contemporáneo y a Chucho Valdés y su padre, por Juntos para siempre, galardonado en la de Mejor Albúm de Jazz. Y ahora que me acuerdo:- Omara, en la escalinata de la Universidad de La Habana, ibas vestida de Lila, pañuelo en la cabeza y terminaste llorando la canción Gracias a la Vida, de Violeta Parra.¿Qué otra cosa podría decirte? Gracias, por todo lo bueno que le has cantado a este pueblo. Y también a Chucho Valdés. Ustedes, sin dudas, están Juntos Para Siempre en nosotros.

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